El Premio

El Premio Internacional de Danza Roseta Mauri, que se celebra des del 2002, nace con la idea de dar a conocer el talento de jóvenes bailarines e impulsar a su carrera artística. Se trata de un concurso internacional y es el que está mejor dotado económicamente del Estado Español.

La Fundación del Teatre Fortuny con la colaboración del Teatre Fortuny de Reus convoca bianualmente este premio. Cuenta con más de veinte años de trayectoria y diez ediciones realizadas, en las que el Teatro Fortuny ha sido un trampolín para algunos bailarines. Ganadores y finalistas de pasadas ediciones han alcanzado sus metas: bailar en compañías internacionales de prestigio.

Roseta Mauri

El nombre del premio toma el nombre de la bailarina de este famoso cuadro de Degas es Rosa Mauri Segura (1849-1923), conocida como Roseta Mauri, quien habiendo bailado en los principales teatros de Europa llegó a ser bailarina estrella de la Ópera de París. El primer maestro del artista fue su padre, Pere Mauri, coreógrafo y bailarín reusense. Tenaz y prodigiosa con sólo once años, Mauri entró a formar parte del cuerpo de baile del Teatro Principal de Barcelona.

Roseta Mauri (1849-1923) fue una excepcional primera bailarina de los principales teatros europeos de su época. Hija del coreógrafo y bailarín de Reus, Pere Mauri, siempre hacía gala de su origen Isabel Amanda Rosa Mauri Segura fue una niña prodigio, tenaz y temperamental que, bajo la influencia decisiva de su padre, empezó a bailar en el cuerpo de baile del Teatro Principal de Barcelona en 1870. Después de actuar en el Teatro Euterpe de Reus y el Tívoli de Vilanova i la Geltrú, emprendió una gira por Hamburgo, Milán, Viena, Roma y Berlín. Recibió las primeras lecciones a raíz de una estancia en el Teatro Liceu de Barcelona del bailarín y coreógrafo belga Henri Dervine. Tras actuar en el Liceu, la dirección del Teatro Principal la reclamó como primera bailarina y empezó la temporada bajo la dirección de Teodor Roca, como pareja de los bailarines Vicente Moreno y Manuel Panadero.

En 1877 actuó en la Scala de Milán, donde el compositor francés Charles Gounod la vio bailar e hizo que la contrataran en la Ópera de París, donde estrenó el ballet de su ópera Polyeucte. A partir de entonces se convirtió en la estrella principal de este teatro. Allí estrenó el ballet La Korrigane, en 1880, escrito expresamente para ella por el compositor Charles Widor, y en 1886, estrenó Les deux pigeons de Messager.

Fue memorable su interpretación del ballet Silvia de Leo Delibes, así como también lo fue el ballet de ópera El Cid de Massenet. Además, naturalmente, intervino en los ballets de las óperas que se representaban en la Ópera de París y en los principales teatros de Europa. Adquirió gran fama y popularidad tanto por su talento y su técnica como por su personalidad, a causa de su carácter temperamental y su encanto personal, que fue una fuente de inspiración para numerosos artistas que la inmortalizaron en sus obras, como los escultores Bensi, Puesch, Marqueste, Euxebi, Arnau…, y los pintores Edgar Degas, Lèpic, Andreszorna, Bonnat, M. Bertier, Manet…

Al retirarse como bailarina, fue contratada como profesora de danza con carácter vitalicio para el Conservatorio de la Ópera de París.

Murió en la capital francesa en 1923, a la edad de 73 años, y fue enterrada en el panteón familiar del cementerio de Montparnasse.